miércoles, junio 11, 2008

Añoranza

Mirar por la ventana aún conservando la esperanza de verla venir con su paso pachorrento, tan campante, como si no pasase nada, como si no estuviera fuera de casa días y noches enteras.

¿Qué le habrá pasado? Esa es la pregunta que en casa nos hacemos todos. Y seguimos observando, esperando, buscándola... Buscamos una explicación lógica sin resultado y nos seguimos preguntando el porqué de su ausencia.

No, ella no se hubiera ido por propia voluntad. Le ha tenido que pasar algo. Alguien la ha tenido que encerrar en algún lado; o se asustó, corrió, se despistó y ahora no sabe regresar a casa.

Es inútil echarle la culpa a alguien. Se fue, como otras tantas veces. La diferencia es que esta vez no volvió. Pero no tendría que haber pasado, ¿por qué no ha vuelto?

Todos la echamos de menos, todos pensamos en ella. Y lo que más nos hace pensar en ella es si estará en algún lugar encerrada, intentando abrir una puerta que no se abre, llamando a alguien para que la rescate. O bien si está en algún lugar, perdida, sin saber volver a casa, buscando algún lugar que reconozca para poder volver.

Miramos por la ventana a lo lejos, esperamos que pase por delante nuestra para poder recogerla, nos paramos a escuchar por si la oímos allá por donde paseamos. Y mientras nos preguntamos si ha sido suficiente lo que hemos hecho, las veces que la hemos ido a buscar por los caminos y los no tan caminos del monte, si hemos preguntado a las suficientes personas. ¿Qué más podemos hacer?